Triste despedida

Cada vez que voy a visitar a mis papás y mis hermanas en Bogotá (Colombia) enfrentamos la misma situación difícil, la despedida. Disfrutamos cada instante, nos reímos, hablamos, pero no hay nada que nos prepare para ese momento, no hay nada que haga cambiar esa circunstancia donde decimos que parece fue muy corto, que nunca fue suficiente y esperaremos a vernos pronto de nuevo. 


Este mismo sentimiento siento que fue el que tuvieron los discípulos cuando Jesús estaba ascendiendo al cielo. Llevaban enfrentando sus luchas durante los tres años que estuvieron con Él, milagro tras milagro y y seguían luchando con sus vidas porque no estaban convencidos de qué era Jesús. Adicionalmente, ellos vivieron en esos milagros, Leví dejando todo para ser Mateo, Pedro caminando por las aguas, y así cada uno. Y entonces cuando han estado cada vez más cerca, lo ven ser atrapado, lo ven ser maltratado, lo ven morir. Y de nuevo vuelven a su estado de origen, pensando qué habría pasado si hubieran creado más; entonces vuelve a sus vidas, los reta, los desafía, y mostrándoles sus marcas les dice van a estar bien. Pero justo en ese instante se va de nuevo,  lo ven partir, se quedan mirando al cielo, y por eso el ángel les dice que no siguieran mirando así. 

Jesús ya había previsto esto, Él ya había anticipado este sentimiento y por eso les dijo varias veces, "me voy yo, pero les dejo el Consolador", ese que iba a reconfortar. Nosotros muchas veces no dimensionamos el papel del Espíritu Santo en nuestras vidas, y nos quedamos viendo el cielo como ellos ese día, nos quedamos simplemente sin saber que sigue. Sin embargo, esto es lo maravilloso de esta triste despedida: "Juan 14, 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros". Es la promesa, estará siempre para ayudarnos, para acompañarnos. Y más hermoso aun, nos recordará todo eso que Jesús nos dijo, nos prometió: "Juan 14,26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho". 
Que bueno es saber que nuestra esperanza está cimentada en que el Espíritu Santo estará ahí siempre y que Jesús volverá, y que mientras tanto cada día el Consolador nos guiará y recordará a quién pertenecemos y ese triste despedida, solo será la esperanza de que un día nos veremos de nuevo. 

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